La neuro-científica, Mara Dierssen, advierte de las posibles consecuencias de la tecnología en la memoria y el pensamiento crítico. Argumenta que “existen aún pocos estudios que consideren la relación entre los hábitos tecnológicos y la memoria.
Estas tecnologías podrían influir negativamente en ciertos procesos cognitivos, concretamente en la memoria a corto plazo y a largo plazo, la capacidad de comprensión y la de imaginación, al requerirse un menor esfuerzo mental para resolver tareas”. La experta considera “un misterio fascinante que de ese entramado de redes de neuronas que es el cerebro emerja el pensamiento, la memoria, los sueños, las emociones...”.
Dierssen señala los peligros de la multi-tarea y sobrecarga que promueven las nuevas tecnologías, indicando que “la memoria de trabajo, el espacio mental en que retenemos la información hasta hacer algo con ella, tiene una capacidad finita y es extremadamente susceptible a las interferencias. Cuando no estamos haciendo nada, el cerebro trabaja muchísimo, y ese tiempo es clave. Necesitamos desconectarnos de la tecnología para ser introspectivos, para poder pensar, para aburrirnos, para imaginar el futuro. Y, en el caso de los jóvenes, tienen que volver a aburrirse, a volver a imaginar, no pueden estar todo el día conectados”.